Habrá que detener el impulso
justo ahí
donde el borde de la montaña
es un fingido abismo
No creerá nadie en el sosiego
de un niño que juega a la pelota
en la plaza de un pueblo
donde todos se conocen
Ni en los colores que apaciguan
el peso en la espalda
de la mujer que huye
con el niño en brazos
Habrá que detenerse
en el filo de la roca
y escuchar el secreto
que la brisa cifra:
Comprobar que el vértigo
es un disfraz cobarde
y que salvo el camino
todo lo real es inasible
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