La noche golpea las nubes,
en su afán de conquista las enluta,
pero a las seis cuarenta y cinco el día resiste
y la luz que aguarda en el borde de la tierra
casi convence de la existencia de las cosas
que permanecen.
El día persevera en su brillo,
es terco
aguanta.
No sobrevive la esperanza
aunque aspire el aire y sostenga los párpados
cuando asomen las lágrimas estará oscuro.